Una vez, hace tiempo, ocurría muy a menudo que las niñas de Venecia quedaran huérfanas o sin dote, así que su única posibilidad de sobrevivir era la de vender sus cuerpos en la calle, convirtiéndose en prostitutas. Una solución para este problema social fue la creación de centros donde acoger a estas jóvenes y ayudarlas a crecer aprendiendo un oficio, para que pudieran obtener un trabajo digno y vivir con serenidad . Uno de estos centros se instaló justo en la Iglesia “delle Zitelle”, es decir, de las solteronas, en la Giudecca. Con el tiempo, la iglesia se convirtió en una escuela de encaje que gracias a sus maravillosos productos hechos por las solteronas adquirió gran fama e importancia en toda Europa.