Imagina una ciudad que dentro de poquísimos años quede casi totalmente despoblada: mitad de la población aislada en cuarentena en islas situdas a las extremidades de la laguna y la otra mitad viviendo con el terror del contagio. La ciudad que estamos describiendo es Venecia durante los terribles brotes de peste que empezaron en el siglo XIV y golpearon la población en tres diferentes períodos a lo largo de los siglos siguientes. Cómo ni la causa ni la cura se conocían, los venecianos creían que Dios los estaba castigando y por eso recurrieron a la fe construyendo edificios religiosos, intentando así demostrar su redención y su gratitud hacia el cielo. Durante este largo período de construcción en nombre de Dios se construyó también la iglesia del Santísimo Redentor, en honor del Cristo Redentor que vence a la peste. Esta Iglesia es un ejemplo único de arquitectura Renacentista y el Redentor de Palladio se convirtió pronto en un lugar de visita y de rezo para muchos peregrinos en busca de milagros contra la peste. Hoy en día, en el mes de Julio se celebra el Redentor con la instalación de un puente que comunica Zattere con la entrada de la Iglesia de la Giudecca y, aunque haya perdido su carácter religioso, esta festividad hace que el Canal y toda la cuenca de San Marcos cuenten con barcos y pequeñas embarcaciones de toda forma y tamaño, donde la gente puede comer, beber y escuchar y tocar buena música mientras espera el espectáculo de fuegos artificiales a la medianoche. Una verdadera experiencia veneciana, única e imperdible.