El caso de Casanova, cuya fuga detalla en sus Memorias, ilustra cómo el dinero influía en la vida carcelaria y en la relación con los guardianes.

Después de su condena, fue enviado a los Piombi, donde, a pesar de ser las peores celdas, se le concedieron varios privilegios. No tuvo que compartir espacio, recibió comidas especiales y se le proporcionó todo lo necesario para su higiene, así como libros y velas. Este trato preferencial indica que alguien pagaba por ello. Casanova insinúa que contaba con amistades influyentes que le ayudaron en su intento de escape.

Logró huir por un agujero en el techo, caminó sobre el Palacio Ducal y encontró una ventana abierta. Tras cruzar varias salas, se topó con una puerta cerrada. Sin embargo, el guardián no lo reconoció y, tras un intercambio ingenioso, Casanova continuó su fuga hasta la tierra firme, donde encontró caballos listos y escapó de Venecia.

Esto demuestra que sus guardianes fueron bien pagados tanto durante su detención como para organizar la fuga, lo que explica por qué este tipo de trabajo era buscado, dado el fácil lucro si el prisionero era “el adecuado”.