El único espacio del edificio que ha permanecido intacto es la sala donde se celebraban los juicios, donde participaban el jurado, la acusación, el abogado defensor y el escribano, encargado de registrar los actos. El imputado no tenía derecho a asistir a su propio juicio y debía esperar fuera hasta el veredicto final.

Desde el principio, se estableció el derecho a un abogado de oficio para quienes no podían pagarlo. Al igual que hoy, el abogado debía acompañar al cliente hasta el final de la condena, si era declarado culpable.

La historia judicial del edificio se conserva casi en su totalidad, con documentos de casi todos los procesos disponibles. Esto nos permite conocer tanto el desarrollo de los juicios como las penas impuestas. Algunas eran similares a las actuales, como multas y arresto domiciliario, mientras que otras eran típicas de la época, como mutilaciones y torturas, y la pena de muerte, que se ejecutaba de diversas formas.

Algunas ejecuciones se realizaban en público, entre las dos columnas de la Piazzetta de San Marco, como ahorcamiento y decapitación. Los ahorcados eran expuestos varios días entre las columnas rosas del Palacio Ducal, cerca de la Basílica de San Marco.