La Basílica de San Marcos es la joya de la corona de Venecia. La catedral evoca esa mezcla o fusión entre Oriente y Occidente que está en el corazón del carácter veneciano. Más oriental que europea, su arquitectura, su decoración y su atmósfera de antigua santidad abraza los siglos y los estilos de la civilización mediterránea. Originariamente, se construyó para acoger el cuerpo del apostol San Marcos, el santo patrón de Venecia, trasladado desde Alejandría en 828. Las obras iniciaron en el siglo IX, la primera construcción data del siglo XI y las numerosas cúpulas, del siglo XIII. Gran parte de la decoración externa e interna fue saqueada por o entregada a Venecia durante su periodo de supremacía. Destacan en particular los cuatro caballos del siglo IX después de Cristo, sobre la entrada principal, que fueron robados a Constantinopla durante las cruzadas y que permanecieron en la fachada durante 600 años hasta que en el siglo XIX los franceses se los llevasen temporalmente. Los que ves ahora son copias de los originales, que se conservan en el interior. Los mosaicos de oro bizantinos que ves en las bóvedas son solo una pequeña muestra de la sorprendente riqueza contenida en su interior, como el famoso e incomparable retablo conocido como Pala d’oro.