El otro problema, es decir, las condiciones de los prisioneros, no fue descuidado: la idea de una prisión “nueva” y “moderna” también buscaba mejorar este aspecto. Aunque en el segundo piso se puede ver la sala de tortura, la llamada “innovación” debe considerarse en el contexto de la época, incorporando algunas características modernas.

La más evidente es el pozo de agua, que permitía a los prisioneros salir de la celda a recoger agua, aunque encadenados y vigilados. El alimento que recibían consistía en dos panes de medio kilo, que eventualmente se convirtieron en galletas secas debido a recortes. La carne solo se distribuía en ocasiones especiales, como la elección del Doge o durante el Carnaval, en la caza del toro.

Las cofradías de caridad en Venecia también ofrecían asistencia, proporcionando comida, agua y apoyo legal y médico no solo a los prisioneros, sino también a los mendigos que buscaban refugio. Dentro de la prisión, un médico visitaba a los detenidos diariamente y un sacerdote estaba presente para ofrecer consuelo a quienes llegaban al final de su vida.