En 1310, un joven que provenía de un ambiente noble, llamado Bajamonte Tiepolo, siempre había crecido agitado, no podía tolerar el compromiso del Estado de concentrar el poder en manos de una parte tan pequeña de las familias nobles, de las cuales su propia familia había sido eximida. Así que, lleno de joven indignación, él y otros dos camaradas trataron de conseguir más apoyo del pueblo y urdieron un golpe de estado para derrocar al dux y agitar la situación política. Los tres se reunieron en medio de la noche a mediados de junio con cientos de seguidores bajo la torre del reloj en la Plaza de San Marcos, listos para ir al Palacio Ducal. En Venecia, sin embargo, las paredes siempre habían tenido ojos, y el dux había sido advertido del probable riesgo solo unos momentos antes, pero aún a tiempo.

El dux Pietro Gradenigo fue hábil al contener la revuelta; sin embargo, era una llamada cercana, algo así no debería volver a suceder, así que al día siguiente reunió un nuevo órgano, el Consejo de los Diez. Se nombró a 10 personas con un mandato especial para garantizar la seguridad del Estado, y tuvieron que utilizar todos los medios necesarios para ello. El jefe del primer Consejo de los Diez era un hombre llamado Marino Faliero, y supervisaba el trío del joven Bajamonte Tiepolo y sus compañeros conspiradores, que fueron inmediatamente condenados al exilio permanente. Sin embargo, este no fue el final de Marino Faliero, quien se creó un nombre a sí mismo cuando él también se convirtió en dux años más tarde. Quizás demasiado confiado en su conocimiento del espionaje y contraespionaje veneciano, fue capaz de acercarse al poder total con la ayuda de cien hombres, pero sus planes se vieron frustrados igual que los de Tiépolo años antes. Había que crear a Faliero como un ejemplo para recordar a los venecianos que nadie estaba por encima de la ley en Venecia, ni siquiera el dux; sin perder tiempo, fue rápidamente juzgado, condenado a muerte y decapitado.

 

El Consejo de los Diez se creó inicialmente como una medida temporal hasta que las cosas se calmaran, pero era evidente que había una necesidad de sus servicios, por lo que se convirtió en una agencia de servicios secretos, con una red de espías e informantes en toda la ciudad. Tal vez el primer indicio de cómo se forma un estado policial.