El espacio nunca se utilizó para la detención, sino como simple almacén: el 85% de la madera es original, de larice proveniente del Cadore.

Cuando la prisión comienza a funcionar, el problema original vuelve a surgir, es decir, el de la falta de espacio. A pesar del plan y del proyecto “moderno”, el hacinamiento se convierte en una realidad. Para solucionarlo, se decide emplear a los prisioneros hombres en los barcos y galeras venecianas como remeros, dando así origen a la figura del galeote. La idea era también ofrecer una oportunidad de rehabilitación al detenido, ya que se trataba de un trabajo real por el cual se les pagaba un salario, aunque mínimo. Con esa remuneración, los galeotes debían cubrir todas sus necesidades, incluidas las legales. En el caso de una pena que implicara cárcel, los costos eran asumidos por la prisión.

Sin embargo, dado que el servicio en los barcos se realizaba encadenados, está claro que más que una oportunidad, se trataba de un método que servía a las prioridades de la República de Venecia, con el objetivo de vaciar las cárceles y “hacer espacio”, además de permitir el equipamiento de los barcos a casi nulo costo.

Un verdadero mejoramiento en las condiciones de los prisioneros llegará mucho más tarde, cuando se ponga fin a la práctica de la tortura, que aún se aplica ampliamente en muchos países del mundo, y se empiece a adoptar una concepción de la justicia que no solo sea punitiva, sino también rehabilitadora, aunque muchos de los problemas de estas prisiones (hacinamiento, condiciones de los detenidos, etc.) sigan siendo cuestiones actuales hoy en día.