En Venecia el vino fluye como agua, tal vez incluso más. Dadas las dificultades para encontrar agua limpia y potable en un territorio tan pantanoso, el vino se convirtió en la opción más barata y saludable. Sin embargo, el vino necesitaba ser guardado en algún sitio y por eso el negocio de producir barriles de vino se hizo tan próspero que los productores decidieron crear su propia hermandad, situada aquí en Calle dei Botteri, la calle de los fabricantes de barriles.
Quizás un indicador de cuánto la clase dominante agradecía el vino, se aprobó una ley que impuso a los Botteri el pago de los gastos de construcción y reparación de los barriles destinados al Palacio Ducal.