El uso del fuego estaba prohibido dentro de la prisión por motivos de seguridad, aunque la tortura mediante marcación a fuego se practicaba en Venecia, pero en público.
Dentro de la cárcel solo se permitían torturas “blancas”, como la picota y la cuerda. En el segundo caso, la víctima tenía las muñecas atadas detrás de la espalda y fijadas a los codos; con otra cuerda que pasaba a través de un gancho en el techo, la víctima era levantada desde atrás en una posición muy dolorosa para huesos y músculos, además de dificultar la respiración, lo que generaba una intensa sensación de asfixia. Como es evidente, la sala no contaba con puertas cerradas, ya que el propósito era que los prisioneros escucharan los sufrimientos de los pobres torturados.