“La ruta más preciosa del mundo” es la descripción que se suele oir del Canal Grande. Las serenadas en góndola por el Canal Grande pertenecen a Venecia desde hace varios siglos: una antigua tradición en una ciudad inmutable. La unicidad de Venecia está en su inmutabilidad: para ver otras ciudades de arte en épocas pasadas se necesita el uso de la imaginación, mientras que Venecia se ha quedada como era hace 1000 años, con los mismos palacios, plazas y canales. Si os miráis alrededores, veréis casi exactamente lo que habría
visto un noble veneciano del 1700 y antes de él un cortesano de Renacimiento o incluso un mercante del medioevo. El Canal grande es la vía principal de Venecia, cruza la ciudad por 3 kilómetros y medio y está bordeado de palacios maravillosos que, antiguamente, pertenecían a las familias nobles más ricas de Venecia. Estos palacios no eran solo para demostrar la propia riqueza, pero eran utilizados también como empresas comerciales: la entrada por el Canal Grande lleva al “magazín” (almacén) del palacio, un salón muy amplio donde almacenaban la mercancía por cargar o descargar en las embarcaciones. Una perfecta fusión entre belleza y funcionalidad, como todo en Venecia.