Paremos por un segundo en Campo San Geremia, y contemos los pozos: son cuatro en total, un número bastante pequeño si pensamos a cuántos hay en los otros campi venecianos.
En la iglesia de san Geremia encontramos hoy en día el cuerpo de Santa Lucía, que llevaron aquí cuando la iglesia dedicada a la santa se derribó para ampliar la Estación de trenes. Debido a su tamaño, la plaza se convirtió en el lugar ideal para la persecución del toro, un evento deportivo extremadamente peligroso que el embajador español había introducido en Venecia, y que él mismo podía apreciar desde su casa no muy lejos de aquí.
A la izquierda de la iglesia está Palacio Labia, un edificio barroco enorme que pertenecía a una familia muy rica, a la que le gustaba organizar fiestas elegantes donde a menudo echaban los cubiertos fuera de la ventana para impresionar a sus invitados, gritando “L’abia o no l’abia, sempre sarò Labia”, un juego de palabras que significa “Que yo tenga riquezas o no, siempre seré un Labia”. Al parecer, había unas redes bajo la ventana que los criados utilizaban para recoger las cosas para utilizarlas en la fiesta siguiente.