Giacomo Casanova, un joven violinista de 21 años y sin dinero, que actuaba en el teatro San Samuele, se cruzó una noche aparentemente ordinaria con el noble Matteo Bragadin. Tras devolverle una carta caída al patricio, fue invitado a subir a su góndola. Durante el trayecto, Bragadin sufrió un repentino malestar: Giacomo reconoció los síntomas de un ataque cardíaco y lo acompañó a su casa en Campo Santa Marina. Su rapidez de acción salvó la vida de Bragadin, quien, impresionado por la determinación del joven, lo tomó bajo su protección.

Bragadin se convirtió en una figura paterna para Giacomo, llamándolo cariñosamente «Giacomino». Le otorgó una pensión mensual de diez cequíes, un apoyo financiero que continuó hasta la muerte del noble en 1767 y que en muchos momentos difíciles fue su única fuente de ingresos. Más que un benefactor, Bragadin fue un mentor que le guió en la política y el sistema judicial veneciano. Le aconsejó cuándo abandonar la ciudad para evitar el peligro e intentó protegerlo cuando los temidos Inquisidores de Estado – los «babai» – comenzaron a sospechar de él.

A pesar de ofrecerle cien cequíes y una góndola para escapar, Giacomo, convencido de que su inocencia lo protegería, ignoró el consejo. Su confianza estaba fuera de lugar: fue arrestado y encarcelado en los Piombi, las infames prisiones de Venecia. Sin embargo, incluso en esas circunstancias, el apoyo de Bragadin permaneció como una constante en su vida.